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Biografía Vinícola

por lucce | 11 junio 2008

Biografía VinícolaDe un tiempo a esta parte, me he dado cuenta que estoy cambiando mis hábitos de consumo en materia vinícola. Es más, sería capaz de perfilar una especie de evolución en mis ingestas enológicas de unos años hasta aquí.

Como muchos adolescentes de mi quinta (y sé que de la actualidad también), los primeros caldos bebidos no pueden tomarse en consideración; hablamos de vinos de mala calidad utilizados, fundamentalmente, como componentes para la mezcla de los mismos con otras bebidas (por ejemplo, coca-cola)

Por tanto, si tuviéramos que empezar a componer una biografía vinícola más lógica o con más sentido, en la que el propio contenido empieza a tomar relevancia, en la que como consumidor quiero percatar más matices y, en definitiva, un consumo en el que lo lúdico no sea lo esencial, deberíamos situarlo con veintitantos años e identificar los vinos claros como primeras elecciones en aquellos años.

Quizá porque el tinto imponía demasiado y se veía excesivamente adulto y el blanco se veía como poca cosa después de abandonar unos años de excesos, el claro o rosado era el término medio perfecto. Y dentro de éstos, comencé pidiendo claros o rosados con denominación de origen de Navarra, para, posteriormente, seguir avanzando en mi madurez vinícola a través del Cordovín, un caldo rosado de La Rioja, con un color mucho menos brillante que el del navarro, pero con un sabor muy cercano a éste.

Con la inmersión al mercado laboral, el hecho de tener que codearse con jefes y compañeras de más edad y más experiencia en todos los sentidos, mi mente y mi paladar se fueron abriendo a nuevas texturas y nuevos sabores, dando el salto al tinto.

Al principio, cosecheros o vinos de año, pasando poco a poco a notar que la diferencia entre éstos y unos crianzas era notable (aunque aún he encontrado cosecheros que me han gustado más que caldos con más madera) y, en ambos casos, al principio, siempre Rioja. Pero la evolución ya era imparable y el hecho de leer en torno a este mundo, saborear más añadas, más variedades, me hizo abrirme a Riberas, vinos canarios, ribeiros tintos, a, afortunadamente, poder degustar joyas de reservas, etcétera.

Y heme aquí que, con 30 años, mi predilección absoluta es ahora por el blanco (exceptuando obviamente los maridajes que desde la ortodoxia más evidente impiden el consumo de estos con según qué platos): Albariño, todo el Verdejo, Rueda, Txakolí

De hecho, el fin de semana pasado, en una boda, antes y durante de ésta, así como hasta la llegada de la carne, mi única ingesta de vino fue de blanco (un verdejo espectacular cuyo nombre ahora no recuerdo) cuando hasta este sábado, en bodas anteriores, siempre me decantaba por el tinto como vino a tomar en el aperitivo y en buena parte del convite.

Asimismo, en la actualidad, cuando poteo con mi cuadrilla, sino tomo cerveza, me decanto por el blanco, priorizando el txakolí en el caso de que el poteo sea por la mañana o el Rueda si es a otra hora.

En fin, no sé muy bien a qué responde este estatus actual. Supongo que será por una vocación de ir descubriendo nuevos sabores o por qué sé yo. El caso es que aquí les he expuesto mi biografía vinícola, para que la comparen con la de ustedes mismos y para que, alrededor de unos buenos caldos, comentemos lo que haya que comentar al respecto.

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